¿Quién es Teseo en el arte contemporáneo?
Sandra Sánchez
El minotauro
Las historias de hilanderas tienen en su seno al destino o a la contingencia de la vida, dos polos distintos desde los cuales entender la tradición.
Cuenta la historia que en Creta había un Minotauro que vivía en un laberinto, hijo de la reina más no del rey. El cuerpo era de hombre y la cabeza de toro, imagina esa fuerza. El minotauro pedía a Atenas un tributo de doncellas y de jóvenes. Teseo, hijo del rey de Atenas, decidió confrontar al monstruo; a aquel cuyo aspecto no coincidía con lo que naturalmente se entiende como normal.
¿Pero cómo logra matar el héroe al Minotauro? La vertiente más popular del mito cuenta que Ariadna se enamoró de Teseo; le brindo un hilo para que pudiera conocer el camino de regreso. Una de las tejedoras más famosas es Ariadna...
El poeta T.S. Eliot cuenta en su ensayo “La tradición y el talento individual” que un poeta no llegará más allá de los veinticinco años si no conoce la historia, la historia de su tradición. Lo nuevo surge del conocimiento, la interpretación y la oposición a lo viejo:
..ningún poeta, ni cultor de arte alguno tiene sentido completo en sí mismo, Su significación, su apreciación es el juicio des sus relaciones con los poetas y artistas ya fenecidos. Es imposible valorarlo solo; es preciso situarlo en un plano de comparación y contraste, entre los muertos [...] lo que sucede cuando se crea una nueva obra de arte, es algo que acontece simultáneamente a todas las obras de arte que le precedieron. Los monumentos existentes, forman un orden ideal entre ellos, el cual es modificado por la introducción de una nueva (cuando es realmente nueva) obra de arte entre ellas. (540)
Hasta ahora tenemos tres hilos, el minotauro, la tradición y el destino en contraste con la contingencia. Cuando una tradición incomoda es porque aquello que se entendía como natural comienza a convertirse en algo extraño, algo que se debe o que se necesita modificar. Sin embargo, ni la tradición ni los prejuicios se pueden eliminar, lo que hay es un posicionamiento ante ellos. Cualquier propuesta es nueva en cuanto naciente pero vieja en cuanto proceso: todo cambio ha iniciado con una propuesta.
El nacimiento de un acontecimiento puede convertirse en una nueva tradición o quedarse en el olvido. Enfoco en dos formas de operación, vislumbrar en su proceder un nuevo destino o finalidad o asumir que la pertinencia de la acción radica en formar parte de los múltiples cambios con los que el humano se va conformando. El arte moderno fijaba un destino, el arte contemporáneo apuesta por una contingencia.
Teseo
A primera vista podríamos asegurar que si alguien es artista en el mito del minotauro es Ariadna, pues conoce la técnica del Tejido. Sin embargo, su posición es pedagógica y erótica, trae al héroe la enseñanza mundana y entrega el conocimiento para que lo ponga en práctica. En esta historia el artista en el mito es Teseo.
Recuerdo los manifiestos artísticos escritos en la modernidad. Cada uno iba derrocando a su minotauro, pedía que cesaran las ofrendas a un estilo y a una práctica específica -un modo de vida, para encumbrar heroicamente una nueva forma de enunciar el mundo. La lógica moderna es la lógica del destino y la finalidad, la práctica dibuja un horizonte que se piensa universal.
La seguridad de las acciones de los artistas radicaba en la autonomía que fundaba su práctica, en donde ellos mismos se daban las condiciones de aparición de su forma de operar, de crear, sin embargo, no había derivas, sino un puerto a donde se quería llegar.
Los modernos mataban minotauros, creaban sus ciudades, las quemaban e incluso podían proponer otras más. Como Teseo iban en grupo, se lanzaban al mar y, con suerte, regresaban a casa victoriosos, dispuestos a ejecutar una nueva normatividad que se vislumbraba como la mejor, como la final.
Ariadna
Vivo en la Cd. de México y he escuchado constantemente rumores que se preguntan sobre la pertinencia de la pintura en el arte contemporáneo. Esa pregunta fue la que estimuló estos garabatos.
Así como existieron manifiestos que agruparon a artistas, también hubo teorías y preguntas que permitieron trazar coordenadas sobre el arte en la modernidad. La pregunta por la pertinencia de la pintura, que podría extenderse a la pertinencia por un medio específico de hacer arte, es un cuestionamiento moderno por el modo en que está formulada: si contestamos afirmativa o negativamente lo único que estamos haciendo es integrarla, como aseguró Elliot, a los monumentos existentes; utilizando, como Teseo, hilos que nos guíen al principio del laberinto, a la historia lineal; trazos que puedan justificar su causalidad, su proveniencia, a favor o en contra de un cúmulo de tradiciones.
En las últimas décadas del Siglo XX la ruptura con una práctica que engloba el quehacer del arte se acompañó por la pregunta por los límites de la historia. Surgieron textos de autores como Hans Belting y Arthur Danto que enunciaban el fin del arte. Su lectura fue muchas veces apocalíptica, pero su enunciación tenía que ver menos con el cese de la creación artística que con un modo particular de historiarla: no más causas, consecuencias, confrontaciones y propuestas universales.
¿La idea de una historia del arte? Una vez más hace falta definir conceptos. La idea de una historia del arte general no se estableció sino hasta el Siglo XIX, mientras que el material que gradualmente fue acumulando provenía de todos los siglos y milenios anteriores. Pongámoslo de otro modo: el arte se había estado produciendo durante mucho tiempo sin la menor intención de adecuarse al curso de la historia del arte. (Belting, 24).
La historia se viene abajo como consecuencia de la posguerra, el hombre blanco occidental es incapaz de anunciar que su buena nueva es para todos, que su historia tiene pasaporte de libertad, igualdad y fraternidad para quien quiera entrar. Belting abona en su libro el problema de las obras de arte que surgieron en Europa Oriental y la necesidad de deslindar esa historia de la narrativa oficial del Siglo XX.
Sin embargo, así como el fin del arte no es el fin de la producción artística, de la acción como la entendería Hannah Arendt, tampoco el nuevo paradigma excluye un diálogo con prácticas y estilos anteriores. No es que no se revisite el arte minimal, el muralismo mexicano o el op art, es que la forma actual en la que se hace no es para generar un neologismo o para afirmar o contradecir su proceder.
Según Arthur Danto, la aproximación contemporánea, que él concibe como post histórica, entiende al arte como incapaz “de sustentar ningún tipo de relato en el que pudiera ser considerado como su etapa siguiente. Lo que había llegado a su fin era ese relato, pero no el tema del mismo relato” (Danto, 29).
¿Entonces cuál es el papel de Ariadna? Si no es artista, ¿qué hace con su herramienta? Aquí podríamos seguir jugando con el mito como pretexto, si en la modernidad Ariadna, la historia, dotaba a Teseo de los hilos para un manifiesto nuevo, para la reconfiguración del laberinto como totalidad; en la época actual Ariadna no tendría rostro, se despersonificaría, incapaz de pronunciar un solo destino. Ahora Ariadna es el lenguaje, la red que los Teseos contemporáneos utilizan no para construir una casa y habitarla, sino para ir produciendo singularidades y enunciaciones específicas con las ruinas y promesas, sin nostalgias, simplemente porque para el humano es ineludible crear.
Los Teseos usan el lenguaje, tienen una idea, problematizan el material, un hecho histórico, lo exponen, lo crean, lo muestran, pero no intentan convencer a nadie de que eso es verdad, la materialidad de la singularidad de la obra basta para probar su existencia e invitar al juicio de su pertinencia o su fracaso desde crisoles en donde ambos pueden convivir.
Spiderman
En una clase de Hermenéutica el profesor Gustavo Luna nos contaba sobre Spiderman. Retomo su pensamiento para proponer a un hilandero contemporáneo. Él va por la ciudad, produciendo un montículo de telaraña que le sirve como soporte para seguir avanzando, el mal es múltiple, en cuanto se ataca vuelve a aparecer en otro villano o en otra misión, entonces vuelve a crear sus montículos de telaraña y se desplaza una vez más.
Su movimiento no es lineal. Imaginemos los trazos de su transitar desde una mirada de narrador omnisciente. El artista no es un relativista, también genera sus montículos, las piezas que le permiten desplazarse y volar de un lado a otro, considerando incluso si lo que entiende como mal, si aquello que lo perturba para crear, es correcto y verdadero o es un pretexto más de la contingencia, de la absoluta necesidad de seguir andando.
Lo que hace con su producción es visto por otros, un montículo puede decirle a un espectador una verdad histórica, un pronunciamiento político, una forma de entender el mundo con la que se identifica, de la que se reconoce infectado o la cual rechaza. No podemos darnos el lujo de asumir un proceder como universal y bueno para todos, sabemos de fascismos de izquierda y derecha, tampoco es que todo valga para todos. Cada montículo, cada trazo, cada movimiento abre el campo al dialogo de lo que nos sucede.
Las historias de hilanderas tienen en su seno al destino o a la contingencia de la vida, dos polos distintos desde los cuales entender la vida.
Belting, Hans. La historia del arte después de la modernidad. UIA, México, 2010.
Danto, Arthur C. Después del fin del arte. Paidós, España, 2010.
Eliot, T.S. “Tradición y talento individual”. Consultado el 27 de noviembre.
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